martes, 26 de agosto de 2008

Felicidad


Hace tiempo que no escribo por escribir. Mas aún que por escribir, escriba tonterías sin sentido ni coherencia ni personalidad. Hace días, tal vez semanas, que no juego a juntar letras como el que juega a juntar noches y días. Podría llegar a creerme que es por que estoy vacío. Que al fin y al cabo, detrás de estos textos solo sobrevive un envoltorio de huesos, células e instintos.

Hace días que no pienso en lo que pienso, ni tampoco demasiado en lo que hago. Vivo sin más futuro que mañana, sin más pasado que anteayer. Hace días que no subo a mi balcón, donde la luna se pelea con el sol para ofrecer un mar mejor. A visualizar y a desear, a imaginar y a recordar, a despedirme y a empezar.

Hace días que no me acuerdo de leer. La prensa no me interesa y las noticias las he dejado en el mismo cajón que el estrés. Ando un poco despistado y las citas me las tienen que recordar. Recorro fiestas como el que hace el camino de santiago, peregrinando. Río, por todo y por nada, por escuchar y payasear con los que acompañan.

Hace tiempo, pienso que lo más difícil de conceptualizar para un humano, realmente, es la felicidad. Miedo (intelectual) me da llamarla emoción, o sentimiento, o suma de emociones y sentimientos. Más pensaba yo que me iba a asustar cuando alguien me pidiera una definición sin matices, sin complicaciones, sin razonamientos complicados lógicos y racionales.

Mi ángel hecho niña, que de pariente me toca sobrina, fue la primera en mucho tiempo que se atrevió a examinarme. Era el cumpleaños de su hermanita pequeña, a la que adoramos los dos, aunque ella le batalle más. Me disparó como tienen que disparar los ángeles, y me preguntó que era la felicidad, por lo de felicidades. Lo vio en la tarta, y como empieza a coger el royo de los plurales, me pregunto por el singular.

Yo, que por exceso de precisión, casi nunca se contestar, tuve que improvisar. Cogí una pelota y empecé a jugar con ella a perseguirla por toda la casa, corriendo y riendo un buen rato. A mitad del juego, cuando mi sobrina reía y disfrutaba tanto como yo, paré. Le dije “esto que hacíamos, esto, es lo que se llama felicidad”. No se si lo entendió ahí, pero por su sonrisa y el beso que me dio, se que algún día lo entenderá.

Hacía tiempo que no escribía. Por no escribir, que no por no contar. Se me bloqueaban las teclas, los párrafos no llegaban a su final. No por angustia, ni hastío, ni tampoco dolor. No por miedo, ni pereza, ni por que haya estado demasiado borracho como para pensar. Tal vez haya sido por falta de soledad, por no encontrar el rato en el que dejar de jugar a la vida o a trabajar. Que más da. Tal vez esto también sea una prueba de felicidad.

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