Era una noche de verano escondida en una primavera. El cielo coronaba tus ojos, brillantes como ninguna estrella. Una sonrisa perdida fue a caer en tu boca.
- Mezclo el tabaco por que es como yo, le gusta la compañía.
- ¿Y por que entonces los enciendes muchas más veces solos?
Las olas de esta playa rompían suavemente. El tiempo luchaba por detenerse, como si el presente se revelara y en un ataque de rabia, intentara desbancar al futuro y amordazar al pasado. Sus ojos oscuros se posaban en los míos.
- Veras... - el mechero, guiado por sus manos, hizo que ardiera el papel de arroz. Besé suavemente el filtro, y expulsando despacio el humo, seguí hablando.- Pocas veces uno encuentra una compañía lo suficientemente buena como para despreciar la soledad, como para abandonarla. Como el tabaco, a mi no me gusta mezclarme con cualquier cosa. Pero me gusta mezclarme.
- ¿También eres adicto a la soledad? -era una pregunta escupida con esa ingenuidad que me gustaba tanto.
Permanecí unos segundos pensando. Con ella delante no podía imaginarme solo, me costaba encontrar mi pasado, recordar cualquier momento de mi soledad, tan extensa, con ella enfrente.
Es curioso, pero ahora en mi soledad, puedo imaginarme con ella.
- Estoy superándolo. Intento no sentirme solo cuando estoy rodeado de más gente. –hice una pausa y encendí lo que se acababa de apagar.- No lo llevo mal últimamente. Hay algunas personas que somos como los caracoles. Necesitamos estar encerrados dentro de nosotros mismos y solo salir cuando el sol brilla. Desde fuera, solamente se ve nuestra apariencia exterior, nuestra concha. Al resto del mundo le debemos parecer muy duros, y sin embargo por dentro somos pura mucosa. Inestables, ciegos, vulnerables. Pero no es por miedo al mundo exterior. Ni por que seamos mas felices encerrados en nosotros mismos. Es por pereza, pura pereza. y por angustia de no encontrar nada mejor, a veces no nos molestamos en buscar.
Ella sonreía. Se que a veces me entendía. Otras veces tan solo se divertía con mis locuras. Pasó una mano por encima de mi hombro y me susurró cariño y ternura. Dejamos que la noche nos hiciera amantes de alma, y vimos amanecer como el que ve el final de un tunel.
Unos años despues la soledad me ha traído otra vez a esta playa. Son parecidas las estrellas que coronan este cenit a las de aquel día. Y sigue tan suave la arena. Incluso las olas parecen repetir las mismas canciones. Pienso que hasta yo sigo igual, tan caracol, en este estúpido decorado, esperándote a ti, artista principal. Sabiendo que no vendrás. Yo sólo ocupo mi lugar, por si todas las casualidades del mundo nos quieren reconciliar.
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