De haber sabido Sergi que su macarrada xenófoba iba a tener más visibilidad mediática que la última de Cayetano de Alba, habría alquilado su espalda como soporte publicitario. Por que al engreído este se le da bien negociar, cotizan sus declaraciones entre los 300 euros y el paquete de tabaco. Puede parecernos un hombre de mundo, pero no nos engañemos. Por los ambientes se dice que en su deporte, el matonismo, solo es un mediocre. Un ciudadano cero puesto de perico hasta las cejas que desahoga su frustración maltratando a una indefensa menor.
Hay algo más duro en las imágenes del video líder de audiencia en youtube. El giro de cabeza del chico joven que mira hacia otro lado, asustado ante la posibilidad de tener problemas. Este chico, metáfora quizá de nuestra ingenuidad, probablemente habrá aprendido de todo esto que cuando uno deja de mirar al problema este no desaparece. Algo así como cuando mi sobrina aprendió que detrás de la servilleta seguía estando yo, aunque no me viera. Cucú. Gracias a las cámaras, claro. La lección dudo que la hayan aprendido los medios de comunicación. Mirarán para otro lado, no centrarán nuestra atención en ellos, pero nosotros tenemos que saber que los problemas siguen ahí.
Porque el circo de magazines, tertulias y programas de sucesos es una veleta azotada por un vendaval. La actualidad es un sitio en el que donde hoy hay cayucos, mañana puede haber latin kings, botellones y mujeres maltratadas. Hay una verdad incomoda en todo esto.
La menor hoy sería una anónima inocencia robada, y el mascachapas un anónimo gilipolla de no haber estado las cámaras allí. Al menos ya no son anónimos. Es curioso cómo se le ha dado voz a Sergi para que se explique y como se ha generado un debate en las calles. El estado de derecho, eso sí, debe ser igual con todos los ciudadanos, salgan en la tele sus bajezas o no. Duro, pero las reglas son las reglas.
Ahora bien, aprovechemos el momento mediático (carpe diem versión intelectual) para hacernos una reflexión. Hay individuos que se sienten autorizados a aplicar violentos sopapos, quizá por lo impunes que suelen resultar estas hazañas. ¿Qué vamos a hacer cuando estos casos se repitan? ¿Vendrá también el ministro de exteriores de Pakistán cuando un grupo de primates nazis deje tetrapléjico a algún compatriota?
Ni es más grave el caso por haber sido televisado, ni hubiera sido menos grave si las cámaras no hubieran estado allí. Esa es la lección. Cuando las cámaras dejen de estar allí, cuando este problema se esconda tras una servilleta mediática manchada de letras para el himno o promesas electorales, no olvidemos que habrá quién siga perdiendo su inocencia en algún inhumano vagón de metro o en una desierta parada de autobús. Que habrá quien duerma tranquilo después de marcar para siempre la existencia de un semejante. Hasta mi sobrina lo sabe. Tenemos un problema. Que no se olvide.
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